Siempre se nos ha mostrado a los grandes abogados como
personas de insuperables habilidades sociales, cuyo dominio del entorno incluso
raya la prepotencia. Suelen ser personas con pocos escrúpulos, con mucho
orgullo, y que nunca se involucran sentimentalmente en los asuntos de sus
clientes.
Son personas que transitan los juzgados con la cabeza bien alta, con
aspecto impecable y de total pulcritud, que saludan a conocidos y extraños con
una sonrisa de seguridad aplastante. Sin duda, cumplen a rajatabla con el dicho
de que es “igual de importante parecerlo que serlo”.
Estos profesionales, que dominan la ejecución del derecho, saben como materializar y exteriorizar
sus conocimientos, no les puede la presión, y dan el cien por cien de lo que
son capaces en cada comparecencia judicial.
No hay duda, son abogados de los que hay mucho que aprender; y es que jugar con el miedo escénico, y llegar a superarlo considerando que es un compañero habitual de viaje, no es nada fácil. Ellos lo consiguen.
No hay duda, son abogados de los que hay mucho que aprender; y es que jugar con el miedo escénico, y llegar a superarlo considerando que es un compañero habitual de viaje, no es nada fácil. Ellos lo consiguen.
Sin embargo, hay otro tipo de abogados que tienen un
“atributo” mucho más poderoso, se trata de la “humildad”.
Estos abogados son juristas íntegros, se levantan cada
día con cientos de problemas en la cabeza, no los propios no, los de sus
clientes, ya que entienden aquellos como si fueran suyos.
Quizás no caminan con
ese paso firme de los anteriores, tienen una mirada reflexiva, limpia, una
sonrisa tímida, su apariencia es la de cualquiera de los mortales, los juzgados
les siguen dando sensaciones extrañas aunque los conozcan sobradamente.
Sin
embargo, el alma de estos letrados dispone de un arma destructiva, es la
humildad. En este sentido, estos profesionales conocen sus límites, se saben
imperfectos, hacen por superarse día a día, no ven rivales sino compañeros de
profesión, no ven clientes que pagan sino personas a las que ayudar.
Quizás, su
respeto al miedo escénico no les permita ser tan brillantes como sus afamados
colegas, su ejecución no es tan natural, no tienen ese don de gentes, sin
embargo, compensan ese déficit con la humildad, una capacidad que les hace ser
infinitamente más estudiosos que los anteriores.
Analizan al detalle cada asunto y sus normas de aplicación, están al día con la jurisprudencia, la cual estudian minuciosamente, y lo más importante, no desprecian nunca a un compañero. Son sabedores de que la clave es la preparación, la formación, y el trabajo diario. Su meta es la superación personal constante, saber hoy más derecho que ayer, ser mejores cada día.
Analizan al detalle cada asunto y sus normas de aplicación, están al día con la jurisprudencia, la cual estudian minuciosamente, y lo más importante, no desprecian nunca a un compañero. Son sabedores de que la clave es la preparación, la formación, y el trabajo diario. Su meta es la superación personal constante, saber hoy más derecho que ayer, ser mejores cada día.
Con la presente publicación no tratamos de comparar unos letrados con otros,
simplemente cada uno tiene sus virtudes y sus defectos, incluso, muchos grandes
abogados tienen ambos registros. Sin embargo, sí es nuestra intención, destacar la "humildad como riqueza personal", una cualidad muy olvidada en la actual sociedad, y por extensión en el mundo del derecho.
Por todo lo expuesto, y para
concluir, nos parece idónea la conocida oración de uno de los más grandes
filósofos, Sócrates, el cual dijo….”Sólo sé que no sé nada”.
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