En esta
nueva publicación, les ofrecemos un magnifico relato, obra del arquitecto Carlos F.
Iracheta.
Este “cuento” trata de una manera literaria el pasado, presente y
futuro del Urbanismo, criticando de forma muy aguda la crisis en la que se
encuentra su esencia, dada cuenta que ha dejado de ser “un arte de hacer
ciudades” para convertirse, en muchos casos, en un negocio donde lo único importante parece ser el precio
que adquiere la propiedad del suelo.
A continuación ofrecemos a nuestros
seguidores, unos extractos del cuento que a nuestros integrantes de despacho le
han parecido ciertamente evocadores…
“Hubo un tiempo en que el
urbanismo y su fin último, que no era otro que la ciudad y el hacer la vida
ciudadana lo más amable posible, era el resultado del análisis científico y
tenía su plasmación física mediante técnicas y expresiones artísticas que diseñaban
la ciudad en función del medio físico y humano y su relación con el entorno.”
“El
arte de las ciudades no solo se manifiesta en sus edificios como forma más
palpable de expresión artística, sino que es a través del urbanismo que
adquiere su máxima dimensión y se conforma como un auténtico imperio de los
sentidos. La ciudad no es solo una representación formal donde las artes
plásticas, encabezadas por la arquitectura, tienen su medio de expresión. El
urbanismo incorpora la naturaleza, vegetación, agua, luz, soleamiento, viento,
color, sonido, olor, tacto, conforme a los diferentes periodos históricos y
culturas que le toco vivir.”
“Las leyes del suelo habidas en España desde 1956
tienen un denominador común en su exposición de motivos que es algo así como
una declaración de principios, se refieren a la función social que ha de
cumplir la propiedad del suelo , pues bien, este principio es precisamente el
objeto fundamental (el oscuro objeto de deseo) que persiguen las últimas leyes
del suelo. ¿Cómo proteger la sacrosanta propiedad del suelo, para que la
función social que se supone debe desempeñar, se pague al más alto precio?”
“En
resumen, la norma es urbanizar y edificar, lo excepcional es proteger y no
urbanizar. El territorio municipal puede ser urbanizado en su totalidad si así
lo decide el consistorio y la Ley lo ampara. No existen argumentos técnicos o
científicos que puedan oponerse al imperio de la Ley y el ladrillo, la
ordenación del territorio deja de tener sentido (de hecho no existe), la
estructura general y orgánica es inexistente e inutil, las infraestructuras
imposibles de prever, las previsiones de población y la sociología son papel
mojado, la dispersión de la ciudad y los ciudadanos se extiende en todas
direcciones sin usos diferenciados y con un alto consumo de suelo. Los recursos
naturales, como el agua, no son condicionantes de nada, y regiones como Murcia
se convierten en una de las principales potencias del Golf en España porque hay
“agua para todos”. Para el urbanismo solo hay un Dios: el desarrollo económico,
desarrollo a toda costa (y nunca mejor dicho), desarrollismo que se dice
respecto a las cosas que han pasado pero no para las que van a pasar,
especulación, corrupción e ineptitud. El urbanismo es, hoy por hoy, una ciencia
muerta y con muy pocos visos de que pueda resucitar.”
Para disfrutar del relato completo acceda al
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