Hoy es un buen momento para recordar que la salud mental es uno de los asuntos más denostados en el día a día de cada una de las personas que conforman una sociedad trabajadora, que en muchos casos y por desgracia, vive por, para y a consta del trabajo.
Como no puede ser de otra manera, dentro de ese laberinto, a veces sin salida, encontramos también a todos aquellos profesionales que se dedican a actividades relacionadas con el Derecho y la Justicia. Por la parte que nos toca, no podemos olvidar a los abogados, donde encontramos no pocos casos de compañeros absolutamente acorralados por los problemas de salud mental que padecen, la mayoría de ellos sin diagnosticar; que incluso lamentablemente han acarreado suicidios en algunos casos extremos.
Por ende, no podemos esconder que son muy preocupantes las altas tasas de ansiedad y depresión en la profesión, provocadas por factores tales como la sobrecarga de trabajo, el perfeccionismo, la falta de control y el desequilibrio entre la vida laboral y personal. Por desgracia, esa falta de cuidado mental, conlleva la aparición de otras enfermedades mucho más visibles a los ojos de la sociedad tales como migrañas, enfermedades cardiacas, diabetes, gastroenteritis, incluso, enfermedades tumorales, entre otras.
Ante este negativo escenario, en numerosas ocasiones nos hemos preguntado si no sería adecuado que la formación de los profesionales del derecho integrara un conocimiento específico y riguroso sobre la salud mental relativa a la actividad profesional que a la postre se va a desempeñar; y en este punto, la prevención, el diagnóstico, y el correcto tratamiento resultan vitales para evitar no ya la aparición, sino también la cronificación de estas patologías.
Y es que echando la vista atrás, no recordamos que en la Universidad, y tampoco en cursos posteriores, se dedicara ni un solo minuto a formarnos en esta materia y, en consecuencia, a saber afrontar el miedo escénico que supone preparar o acudir a un juicio, al control de las emociones, a la gestión del tiempo, ni al conveniente discernimiento que debe haber entre la persona y el abogado, en síntesis, a conocer nuestra propia mente. Ni siquiera se nos ha enseñado a pedir ayuda cuando fuera necesario.
Por todo ello, el aprendizaje realizado por nuestros letrados -y la mayoría de compañeros- ha sido una labor autodidacta y muy sacrificada, una constante operación de prueba y error, que nos ha hecho ser lo que somos, pero en cuyo camino hubiéramos agradecido enormemente haber sido ilustrados en ese apropiado manejo de nuestra mente.
Todo ello, sin duda, es un campo donde se debería trabajar con las nuevas generaciones, porque el equilibrio y la salud mental resultan decisivas para desplegar con garantías esta bonita profesión.
Porque sigamos dando pasitos…..Feliz Día Mundial de la Salud Mental.