jueves, 4 de junio de 2015

La humildad, esa cualidad tan olvidada por muchos abogados

Siempre se nos ha mostrado a los grandes abogados como personas de insuperables habilidades sociales, cuyo dominio del entorno incluso raya la prepotencia. Suelen ser personas con pocos escrúpulos, con mucho orgullo, y que nunca se involucran sentimentalmente en los asuntos de sus clientes. 

Son personas que transitan los juzgados con la cabeza bien alta, con aspecto impecable y de total pulcritud, que saludan a conocidos y extraños con una sonrisa de seguridad aplastante. Sin duda, cumplen a rajatabla con el dicho de que es “igual de importante parecerlo que serlo”.

Estos profesionales, que dominan la ejecución del derecho, saben como materializar y exteriorizar sus conocimientos, no les puede la presión, y dan el cien por cien de lo que son capaces en cada comparecencia judicial. 

No hay duda, son abogados de los que hay mucho que aprender; y es que jugar con el miedo escénico, y llegar a superarlo considerando que es un compañero habitual de viaje, no es nada fácil. Ellos lo consiguen.

Sin embargo, hay otro tipo de abogados que tienen un “atributo” mucho más poderoso, se trata de la “humildad”. 

Estos abogados son juristas íntegros, se levantan cada día con cientos de problemas en la cabeza, no los propios no, los de sus clientes, ya que entienden aquellos como si fueran suyos.

Quizás no caminan con ese paso firme de los anteriores, tienen una mirada reflexiva, limpia, una sonrisa tímida, su apariencia es la de cualquiera de los mortales, los juzgados les siguen dando sensaciones extrañas aunque los conozcan sobradamente.

Sin embargo, el alma de estos letrados dispone de un arma destructiva, es la humildad. En este sentido, estos profesionales conocen sus límites, se saben imperfectos, hacen por superarse día a día, no ven rivales sino compañeros de profesión, no ven clientes que pagan sino personas a las que ayudar. 

Quizás, su respeto al miedo escénico no les permita ser tan brillantes como sus afamados colegas, su ejecución no es tan natural, no tienen ese don de gentes, sin embargo, compensan ese déficit con la humildad, una capacidad que les hace ser infinitamente más estudiosos que los anteriores. 

Analizan al detalle cada asunto y sus normas de aplicación, están al día con la jurisprudencia, la cual estudian minuciosamente, y lo más importante, no desprecian nunca a un compañero. Son sabedores de que la clave es la preparación, la formación, y el trabajo diario. Su meta es la superación personal constante, saber hoy más derecho que ayer, ser mejores cada día.

Con la presente publicación no tratamos de comparar unos letrados con otros, simplemente cada uno tiene sus virtudes y sus defectos, incluso, muchos grandes abogados tienen ambos registros. Sin embargo, sí es nuestra intención, destacar la "humildad como riqueza personal", una cualidad muy olvidada en la actual sociedad, y por extensión en el mundo del derecho. 

Por todo lo expuesto, y para concluir, nos parece idónea la conocida oración de uno de los más grandes filósofos, Sócrates, el cual dijo….”Sólo sé que no sé nada”.



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